“Te quiero.

Os quiero.

Cuidaros mucho.”

 

Sacas la tarjeta de embarque y te diriges a pasar el control de acceso.

Te giras una vez, envías besos con la mano mientras sonríes de oreja a oreja. Que no noten tu tristeza.

Pasas el arco. Hoy pita.

 

“Por favor, ¿sería tan amable de esperar aquí a mi compañero?, gracias”

“Buenos días, levante los brazos por favor… gracias”

“Si es tan amable de darse la vuelta…  gracias”

“Puedes seguir un poco por aquí, hoy me he levantado con un dolor en la espalda…”

“A todos nos gustaría un masaje… que tenga un buen viaje caballero”

 

Recoges la bandeja, la maleta y te giras por última vez.

Dices adiós con la mano y vuelves a enviar besos con tu mejor sonrisa.

Te pones los cascos.

Caminas hacia la puerta de embarque.

Parece que el tiempo se paraliza y no corre, pero finalmente la abren y entras en el avión.

“Goedemorgen”

«Bon dia»

Asiento 9F, ventanilla.

Te colocas lo más cómodo posible, aprietas el cinturón y haces una foto.

Cierras los ojos.

Flashes de nubes, luces, Sol.

Abres los ojos,

A punto de aterrizar.

El piloto dice que vuela sobre Alphen pero tu no lo reconoces, eso sí, te quedas pillado con la sombra que proyecta el avión.

Es la primera vez que la ves. Flipas al ver como se mueve y crece y crece hasta que dejas de verla.

El avión toma tierra.

“Goedemiddag”

“Dag”

Caminas hacia la zona de llegadas.

Escuchas el ronroneo de las ruedas.

Subes un poco el volumen de la música.

Llegas a “Arrivals 1”.

Hay un poco de cola para salir. Mucha gente de golpe.

Nada que declarar.

Atraviesas el hall principal y sales del aeropuerto.

Que suerte, ahí está el bus como esperándote.

Entras y te sientas mientras el cielo comienza a nublarse.

Te conectas a la wifi, abres el WhatsApp:

“Ya he llegado, todo bien. Besos”

Te responden, recibes besos, abrazos.

Te desean lo mejor.

Por un momento parece que nada ha cambiado, sigues con los tuyos.

Poco a poco, los mensajes son mas espaciados en el tiempo hasta que, finalmente, dejan de llegar.

Miras a través de la ventana del bus. Ya hace rato que sientes como chispea fuera, gotas pequeñas al principio. Solitarias, como tu.

Las ves deslizarse por el cristal como si de una carrera se tratara. Cada vez hay más y cada vez van más deprisa.

De fondo, el verde de los campos y el gris del cielo, tan sólo roto por algún molino.

Para cuando caes en la cuenta, ya has pasado el cartel de Aplhen y puedes ver el puente, se acerca tu parada. Han pasado 40 minutos y tu sin enterarte.

Pulsas para solicitar parada.

“Dag”

Bajas.

Sigue lloviendo.

Abres la maleta de mano y te pones la chaqueta que traes. Encoges los hombros, como si eso te protegiera de la lluvia y el viento, y te pones en marcha.

Al poco tiempo te pillas pensando en lo que escribiste hace unos meses:

… Camino sólo, a tempo “largo” y en silencio de blancas, intentando averiguar cuál es mi compás, cuándo yo entro.

Mas húmedas y temblorosas las percibo asomar para más tarde y lentamente, por mis mejillas sentirlas deslizar.

Así sin más. Sin motivo aparente…

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